Me sentía perdida, todo era caos, oscuridad, no le veía sentido a la vida. Casi significaba lo mismo vivir que morir. Sentía que si yo moría apenas y se iba a notar, que no me perdería de nada interesante en este mundo y que el mundo no perdería más que otro cuerpo inútil.
Recuerdo que llegué diciéndole a mi psicóloga que cada vez que miraba hacia el futuro lo veía negro. No era capaz de imaginar cosas bonitas. Lloraba todo el tiempo, tenía miedo a muchas cosas, sonreía poco, me veía fea y, por tanto, no hacía el mínimo esfuerzo por verme mejor.
Un día pensé que tenía que dejar de revolcarme en el fango. Entonces busqué ayuda. Me encontré con Patricia, la psicóloga que me ayudó a salir de la oscuridad. Decía que no era ella quien me sacaría de mi situación pero que sería como las farolas que alumbran el camino. Esa fue una metáfora exacta, perfecta e inolvidable.
Patricia me guió hacia la luz. Fue como aprender a leer, o como pasar de la ceguera a ser capaz de ver. Me hacía preguntas que me cambiaban mis perspectivas, o convertía mis frases negativas en palabras positivas y optimistas. Ella me enseñó a darle la vuelta a mis pensamientos, a dejar de pensar en lo que no tenía que pensar, a observarme a mí misma, a valorar lo que yo hago a diario y a creer en todo ello.
Al principio no fue fácil pero saqué fuerza de voluntad, aunque no sé de dónde. Poco a poco, con paciencia y constancia –reconozco que a veces quería rendirme pero volvía al proceso- mi mirada hacia afuera fue cambiando, empecé a sonreír más y mejor, me veía más guapa, hacía más aquello que me gustaba, tenía más pensamientos positivos, podía imaginar cosas bellas y encontrar lo bello de las cosas. Mi visión del futuro empezó a coger color.
Hoy en día no tengo una vida perfecta o sin problemas pero en comparación a esa época negra, es mejor. Aquí lo importante es la manera de vivir, de disfrutar cada momento, de actuar con coherencia en la diferentes situaciones, de solucionar lo solucionable… De aceptar que nuestras vidas tenemos rachas muy buenas, buenas y menos buenas y que estamos en constante transformación.
Todo este proceso, este camino que me ayudó a recorrer Patricia, fue como atravesar la oscuridad y ver la luz. Ahora todo brilla o, por lo menos, yo lo veo brillar.