Tejiendo amor, tejiendo un apego seguro
apego seguro cuento

FECHA

Tejiendo amor hacia ti misma/o y hacia los demás

¿Cuántas veces nos tratamos mal, sin querer, sin ni siquiera ser conscientes de ello? La palabra maltrato resuena hoy más que nunca en telediarios, prensa, bares… En consulta veo muy a menudo personas que se auto maltratan, no saben quererse, no pueden cuidarse.

Dejar de comer o comer en exceso, tener rituales que inundan la vida diaria de las personas hasta casi asfixiarlas, autolesiones para sentir quizá ni para morir, pensamientos devaluadores acerca de una/o misma/o, trabajar a destajo y un largo etc. Son todos estos ejemplos formas de maltrato, es el reflejo de la carencia de amor hacia tu propio ser.

¿Y qué hay del buentrato? Pues bien, lo he buscado en el diccionario y no aparece, muchas veces lo que no tiene nombre no existe, injusto, ¿no? ¡Hagamos que exista!

Para mí el buentrato es una forma de amor, acudiendo a la etimología de la palabra para ver de dónde viene, resulta que, la palabra amor viene del latín, cuya raíz “ama” significa madre y el sufijo “or” es el resultado. En otras palabras, podemos entender que el amor, en primera instancia viene de la madre.

Como plantea Fina Sanz en su libro “Los vínculos amorosos” el amor es una experiencia vital y el modo en el que lo expresamos hacia los demás (nuestra pareja, compañeras/os de trabajo, nuestras/os hijas/os etc.) y hacia nosotras/os mismas/os es aprendido. En otras palabras, yo me amo, como a mí me amaron, y amaré a mis hijas/os en consonancia a ello.

El primer vínculo de amor procede de nuestra madre, sí, esas primeras puntadas que tejen ese “jersey” que nos abrigará toda la vida las da nuestra mamá ya estando en su tripita, su forma de relacionarse con nosotras/os ya desde el primer momento de nuestra existencia marcará la forma en que nos relacionamos con nosotras/os mismas/os.

Me gusta la metáfora de tejer, porque cada puntada cuenta para hacer un buen jersey, al igual que cada caricia, cada escucha activa, cada palabra en el momento adecuado, cada conexión, cada necesidad cubierta… todo ello cuenta para tejer un vínculo amoroso desde el respeto y cuidado por los demás. Ese vínculo de energía amorosa hacia los demás se puede dar única y exclusivamente si lo siento por mí, no puedo dar nada que yo no tenga.

En consulta trabajamos para hacer consciente los vínculos amorosos que te unen o desunen con los demás y la forma de amar que tienes hacia ti misma/o, hacer consciente esto nos permite poder deshacer esas puntadas mal dadas o flojas que tejieron esa capacidad de amarnos.

Os dejo el cuento Libemor de Luis Gadea de Nicolás (psicólogo), espero que lo disfrutéis tanto como yo.

Y para despedirme os deseo a todas/os que construyáis una Libemor lo más bonita y cálida posible, os abrigará generación tras generación.

 

Cuento de Libemor

 “Viajaba yo en un tren, en el vagón *fumador* y venía absorto observando como en el sillón de enfrente una señora jugaba con su hijo de más o menos un año. Ella estaba casi recostada en el cómodo sillón del tren y su hijo yacía enfrente de ella. Sus rostros se hallaban frente a frente y mantenían un juego secreto que a los dos hacía reír con ganas: se platicaban, se hacían gestos, se hacían cosquillas, se escondían, y yo descaradamente los veía porque su juego a mí también me acariciaba. De repente escuche una voz que me saco del trance en el que venía.

_Le están tejiendo su *Libemor* dijo la voz

_Me di la vuelta para ver quien me había hablado y me encontré con una muchacha bonita. (Después supe que era una *hada*).

_Si, -me dijo-, ¿no puedes verla?

_No –le respondí atónito- ¿cómo dijiste?

_Dije que al niño le están tejiendo su *Libemor.*

_Y después de una breve pausa añadió.

_ ¡Ya casi está terminada!

Como en los trenes uno siempre tiene ganas de platicar (especialmente yo), pregunte intrigado: ¿Explícame que es eso de *Libemor*? El hada que ya sabía que se lo iba a preguntar, estaba lista para revelarme un gran secreto (las hadas no se aguantan las ganas de revelar secretos) y comenzó así: -el mago supremo le dio a la humanidad un “don maravilloso”…le entrego las *Agujas Alfaga* que son las agujas mágicas con las que se teje la *Libemor*.

_Yo miraba y escuchaba asombrado.

_La *Libemor* -Continuo el hada-, es la capa mágica que cada madre teje a sus hijos y con la cual les confiere un enorme poder, **El poder de amar**. Cada vez que una madre acaricia a su hijo, le habla, le atiende, lo alimenta o juega con él, vuelan las Agujas Alfaga y dan una puntada; y si el empeño no cesa o la tarea no se interrumpe, más o menos a los dos años la *Libemor* cubre por completo al niño. Como la capa es invisible nadie se explica por qué el niño de repente se siente tan confiado, tan seguro de sí mismo, ni por qué de buenas a primeras ya no importa separarse de su mamá.

Obviamente -dijo el hada con suficiencia- es enorme el poder de su *Libemor* lo que les permite actuar de esta manera, aunque no siempre es así –añadió el hada con tristeza-

_ ¿Por qué? -le pregunté-

_ Para tejer la Libemor de sus hijos, las madres deben amarlos y atenderlos con ternura, y la tarea no debe interrumpirse hasta que la capa esté terminada. Si por alguna razón la madre y su hijo se separan antes de que esto ocurra, la capa se desteje… se le van los hilos.

_ ¿Y de que son los hilos? –pregunté-

_Son hilos de energía vital que las madres toman de su propia *Libemor* ellas destejen su capa para tejer la de sus hijos. No hay forma más perfecta de amar.

_ ¿Y si no tienen *Libemor*?   -pregunte atemorizado-.

_No deben tener hijos -respondió fulminante el Hada-.

_ ¿Y si quedan sin nada al destejer su capa?   -volví a preguntar-.

_Eso a ellas les importa un comino -me respondió el Hada-. A demás les abriga las *Libemor* de sus hijos y la de su amado.

_ ¿De su amado?

_Si, -me dijo- Si ellas se sienten amadas podrán cumplir mejor con su tarea. Para que la *Libemor* te cubra toda la vida, debe tener un número exacto de puntadas, no debe quedar ni chica ni grande. Cuando se atiende al niño solamente para que sobreviva… sin alegría, ni esperanza, las *Alfaga* darán muy pocas puntadas y la capa quedará muy cortita, el niño no se sentirá protegido, no tendrá suficiente confianza en sí mismo. Y si su madre los sobreprotege porque tiene miedo a la soledad o porque ella misma necesita amor, entonces las agujas *Alfaga* darán demasiadas puntadas, la *Libemor* quedará demasiado grande y se le enredará en las piernas y el niño no podrá caminar solo.

¿Y cómo saben ellas cuantas puntadas dar?

_No te preocupes –me dijo- Cualquier madre sensata lo sabe muy bien.

Un detalle importante que había mencionado -continuó el Hada- es que hay clave secreta para que las agujas tejan.

_ ¿Cuál es?   -me apuré a preguntar.

La clave es que la madre mire a su hijo a los ojos, así es como se comunican entre ellos. Si esto no ocurriera sería muy preocupante. Claro que generalmente las madres aman a sus hijos y les tejen unas *Libemor* preciosas que harán posible que sus hijos puedan amar y confiar en el amor.

Sino tienen *Libemor* no podrán amar. –añadió el Hada muy seria-.

_ ¿Y los niños que no tiene mamá? -pregunte muy preocupado-.

_Esa es una pregunta muy importante –dijo el Hada-, porque todos los hombres necesitan una *Libemor*; sin embargo, otra persona puede tejerle la suya al niño si lo ama incondicionalmente, es decir, si el niño encuentra amor de madre. Te voy a explicar bien –dijo el Hada.

–si un niño no encuentra a alguien en especial que le dé amor de madre y crece rodeado de puras tías, o sea, de personas que lo atienden por turno, las agujas darán puntadas pero tejerán solamente retazos, no una *Libemor*. Sin embargo, si el niño tiene a sus padres tejiéndole la suya y además tiene abuelos y tíos o a gente que lo atiende parte del día en una estancia infantil, todas las puntadas de la *Alfaga* van a dar a la *Libemor* de gran lujo.

_ ¿Y los papás qué hacen?

_ Cuando los papás atienden a sus hijos, también vuelan las agujas y dan unas putadas vigorosas que producen unas capas muy resistentes y vistosas. Estos niños tendrán una enorme confianza en sí mismos -añadió el Hada-.

_ ¿Y cuando los niños crezcan? -no me cansaba de preguntar-.

_ ¡Pues podrán amar! Amar no es otra cosa que quitarte tu *Libemor* y ponerla en el hombro de la persona a la que amas: es el don más grande que los hombres pueden otorgar.

Dicen -continuó el Hada- que la persona que recibe una *Libemor* siente un enorme bienestar, que es tanta la energía que recibe que hasta cosquillas le hace, y también dicen que la persona que amas coloca su *Libemor* sobre tus hombros y te hace completamente feliz, eso se llama reciprocidad y ¡no hay nada mejor en el mundo!”

 

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